Zihuatanejo, Gro., 21 de enero del 2020. Nueve de la mañana, el despertador suena como taladro en los tímpanos del oído mientras la luz del nuevo día ilumina por completo la habitación. Acostado y con apenas una sábana encima, al “negro” le cuesta abrir los ojos. Ve hacia el espejo que hay en el techo y ahí observa la silueta de la mujer desnuda que la acompaña en esos momentos al otro lado de la cama.
Con un lento movimiento extiende el brazo para acariciar la espalda de su acompañante que sigue dormida. Ella parece no sentir nada, apenas reacciona. Tal vez su cuerpo aún no termina de digerir todo lo que tomó la noche anterior en la fiesta de su anfitrión.
El “negro” se levanta con pesadez, está somnoliento. Respira un poco agitado mientras se coloca una bata de baño y unas sandalias. Abre la puerta de la habitación, da unos pasos al barandal del pasillo y la vista llega de golpe: desde ahí, en medio de decenas de columnas helénicas observa gran parte de playa Maderas, playa la Ropa y playa las Gatas en la bahía de Zihuatanejo en el estado de Guerrero.
Observa la inmensidad del azul del mar, dibuja una leve sonrisa en el rostro y piensa para sí mismo: “tengo el mundo a mis pies”. Arturo “El Negro” Durazo ha despertado.
Así fueron decenas de amaneceres en este lugar a 480 kilómetros de Celaya. Una imponente construcción en 22 mil metros cuadrados muy similar al Partenón en la Acrópolis de Grecia y un ejemplo de la corrupción, dispendio, derroche y desvío de recursos públicos para satisfacer los caprichos del Jefe del Departamento de Policía y Tránsito en el Distrito Federal durante el sexenio del Presidente José López Portillo, de 1976 a 1982.
Tabloide News visitó este lugar, hoy con 36 años de abandono después de que en 1984 el gobierno del presidente Miguel de la Madrid acusó “al negro” de acopio de armas y abuso de autoridad, confiscó todos sus bienes y lo sentenció a 8 años de cárcel. Una condena para muchos ridícula de acuerdo a la cantidad de delitos adicionales que se le atribuyen.
En la actualidad, desde varios puntos de playa Maderas y Playa Larga es visible la vieja estructura. Grisácea, contrasta notablemente con el resto de las construcciones aledañas llenas de color y en tonalidades claras y naranjas.
Llegar no es tan complicado, pero tampoco es a simple vista: hay que tomar la carretera escénica a playa La Ropa y playa Las Gatas y a la altura de la división entre estas dos playas hay que subir a pie un empinado camino lleno de piedras, en medio de la selva tropical y a un costado de los dormitorios de los elementos de la Marina.
Al avanzar se descubre que el camino en algún momento estuvo pavimentado, pero la falta de mantenimiento y los deslaves por los escurrimientos de agua de las lluvias acabaron con él. Poco queda del asfalto por donde transitaron artistas, vedettes, políticos y funcionarios de la época lopezportillista para asistir a cualquiera de las famosas fiestas “del negro Durazo”.
Arriba y mientras se recupera el aliento, se puede observar el acceso principal: una enorme puerta tubular y de herrería que hoy luce oxidada y llena de vegetación seca a sus pies. El lugar está cerrado.
Unos metros antes de llegar, hay un puesto de la marina. El militar menciona que ellos cuidan sus instalaciones, no las del Partenón. Para eso hay otra persona que, afortunadamente, en esos momentos se encontraba adentro y había que esperarlo bajo las ramas secas de lo que alguna vez fue el follaje en el techo del estacionamiento para, por lo menos, 50 automóviles.
Pasan pocos minutos y sale un hombre por una pequeña puerta metálica negra en la lateral del acceso principal.
No dice su nombre. Sólo menciona que el sitio está cerrado al público en general y que para poder ingresar se requiere un permiso de la Secretaría de Turismo del Estado de Guerrero.
Le explicamos que sólo queremos ingresar unos minutos para observar el lugar que, para muchos, es el símbolo de la corrupción que imperó en nuestro País durante en la mitad de la década de los 70’s y principios de los 80’s. Al final accede, pero sólo 15 minutos.
Al entrar se percibe la sensación de estar en un lugar que llegó a ser majestuoso, y al mismo tiempo una voz al interior reclama que este tipo de lugares nunca debieron existir en nuestro México.
En el jardín camino al acceso de la construcción hay varias estatuas griegas: hombres y mujeres, musas y guardianes. No tienen un orden, están dispersas en varios lugares pero además del deterioro por el tiempo, varias tienen una característica en común: están decapitadas.
-“Así han estado siempre”, menciona el vigilante del lugar. “Desde que este lugar estaba en su apogeo, esas estatuas no tenían cabeza. Sólo ‘el negro’ Durazo sabrá por qué. En otras partes de la casa hay estatuas que sí tienen cabeza”.
Al entrar en la construcción cinco estatuas de mármol flanquean el acceso. Son efigies de hombres y mujeres griegos que aún dan la bienvenida a quienes atraviesan la puerta.
Sólo hay que dar pocos pasos para estar en el centro de este universo del “negro Durazo”. En medio del salón principal, 21 columnas helénicas en cada lado de la estructura , 42 en total, sostienen la característica techumbre del Partenón y envuelven los restos de una fuente en el centro de unos 10 metros cuadrados.
En uno de los costados, aún permanece gran parte de una enorme mesa de mármol que servía para los festines del funcionario y sus invitados.
-“Le falta una parte porque hace pocos años intentaron llevársela pero pesa mucho, la tiraron y se rompió. Sólo se llevaron ese pedazo”, nos explican.
En la planta baja en uno de los extremos aún se encuentra el mobiliario de lo que fue una enorme cocina. Ahí permanecen las gavetas de madera, la tarja para lavar los trastes y una estufa oxidada donde en la época de las grandes fiestas se preparaban pescados, mariscos y postres para todos los asistentes.
Cerca del centro del edificio también existe todavía la estructura de la cantina. Seguramente ahí “el Negro” Durazo presumía sus dotes de cantinero para preparar tragos coquetos a alguna de las artistas invitadas que pretendía impresionar, o al político con el que quería quedar bien.
Más adelante el salón de lo que parecía ser una enorme biblioteca, tal vez para presumir los libros que muy difícilmente llegó a leer.
En los laterales del edificio dos accesos hacia abajo. Son escaleras en donde el olor a humedad y guano impregnan el aire.
-“No es recomendable bajar. Hay muchos murciélagos”, nos advirtió el guardia.
Entonces hay que ir arriba, ahí están las habitaciones. Son 5 y todas tienen como característica un espejo en el techo que ha sobrevivido al abandono y al clima tropical.
Tres son de tamaño mediano, una un poco más grande y la otra es la “master suite”. La habitación del jefazo, el cuarto del “negro”. Desde la puerta de esta habitación la perspectiva de la vista hacia el mar en medio de las decenas de pilares da una sensación de poderío, de grandeza, digna de un ser magnánimo y desalmado a la vez.
En la actualidad, las paredes de los cuartos son mudos testigos de las diferentes personalidades que llegaron a hospedarse en ellos como invitados de Durazo.
“Aquí llegaron a estar gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales, secretarios de estado. Pero también artistas de la época que eran invitados, sobre todo muchas mujeres. Por ejemplo Olga Breeskin, Irma Serrano, Lyn May y Sasha Montenegro con el presidente López Portillo.
“Aquí también llegó a venir Luisito Rey cuando su hijo Luis Miguel era niño. Él no venía tan seguido, sólo Luis Rey con su esposa Marcela Basteri. Ya ven que ahora se ha propagado mucho que Durazo también anduvo con la mamá de Luis Miguel, pero para los que somos de aquí eso ya se sabía”, nos explicaron.
En la parte de abajo al descender una faraónica escalera se encuentran los restos de lo que fue una gran alberca, algunas otras estatuas de dioses y musas griegas, y un pequeño edificio con una pista circular, rodeada de pequeñas columnas y coronada con un techo del mismo estilo helénico. Era la discoteca. Esta zona era el alma de las fiestas.
Aquí era donde empezaban los excesos: la música, las luces, el baile, el calor tropical, el agua de la alberca, una afrodisiaca vista de los atardeceres en al mar, alcohol, drogas y la privacidad que otorgaba esta fortaleza.
“Aquí era donde empezaba todo. Y cuando me refiero a todo, ¡es todo!. Son increíbles las historias que había de este lugar de boca de los empleados que trabajaban en ese entonces. Verdaderos bacanales y orgías que en algunas ocasiones llegaron a ser de varios días”.
-¿Quiénes estuvieron en esas “fiestas”?
“No podría decirlo con exactitud. Fue mucha la gente que llegó a venir a las fiestas de ‘El Negro’. Como dije antes: muchos artistas, muchos políticos y muchos empresarios de ese entonces. Fue una época de excesos gracias la corrupción e impunidad por ser uno de los mejores amigos del presidente José López Portillo. Era algo escandaloso pero que nunca trascendía de estas paredes”.
Discoteca a un lado de la alberca Alberca y discoteca
Cuando Durazo salió de la cárcel ya no pudo recuperar sus propiedades y ésta ahora forma parte de los inmuebles del Estado de Guerrero. Aún así, uno de sus hijos intentó que le fuese devuelta la propiedad por la vía legal e inició un largo proceso judicial, el cual terminó en agosto del año pasado cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó que la propiedad es del Estado.
Tras el fallo del Poder Judicial, el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo llegó a declarar que este lugar será remodelado y se convertirá en un centro cultural.
Al parecer se busca borrar todas las huellas de corrupción y excesos que quedaron plasmadas en cada rincón de este lugar.
Más historias