28/06/2024

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La moneda a un niño de la calle fomenta la explotación infantil: DIF

Celaya, Guanajuato, a 12 de junio de 2020.- En varios cruceros vehículares de Celaya la historia es más o menos similar: una mirada inocente y un brazo extendido con la mano abierta para pedir una moneda a los miles de automovilistas que a diario circulan en la ciudad. Parece una ayuda de caridad, pero en la gran mayoría de los casos fomenta la explotación infantil.

Es verdad que hay niños que lo hacen por auténtica necesidad, pero muchos más por la inocencia que les caracteriza no se dan cuenta que son explotados por sus propios padres o tutores, y al crecer con esa costumbre de obtener dinero fácil los puede  llevar a delinquir para conseguir alimentos, droga, alcohol con la familia que conoció en la calle.

Así es como el dar una moneda de buena voluntad puede perjudicar la vida de un menor.

Cada niña, niño, o adolescente a lo largo de media jornada laboral diaria, comprendida principalmente por un lapso de tres a cuatro horas de trabajo, puede llegar a ganar de 400 a 800 pesos por día. Esto depende del lugar en el que se ubique, el flujo vehícular y de transeúntes, así como la temporada del año.   

Otros menores de edad optan por “descansar” a lo largo de la semana, ya que obtienen el mismo beneficio económico al “trabajar” sólo los días viernes, sábado y domingo,  también en media jornada.  Sin embargo, otro grupo de niñas, niños y adolescentes, pueden llegar a ganar hasta el doble de este beneficio económico, al realizar actividades hasta altas horas de la noche en bares y centros nocturnos.

Para algunos padres o tutores, esta actividad representa un jugoso negocio a costa de la buena voluntad de las personas. El dinero fácil surge de la ternura o lástima que puede inspirar un pequeño al hacer malabares entre vehículos, al cargar una canasta con dulces, una cubeta con flores, mientras limpia un parabrisas o simplemente cuando pide algo para comer.

Quien entrega una moneda de buena voluntad, no se da cuenta de la realidad aterradora detrás de esa imagen compasiva y que en ocasiones puede derivar en casos de prostitución infantil, abusos sexuales, tortura psicológica, agresiones físicas, incorporación a delitos, incluso que el menor de edad tenga que pasar la noche afuera de su domicilio como medida represiva, sin importar el frío, la lluvia, o los peligros a los que se pueda enfrentar.

En poco tiempo estos menores llegan a conformar alianzas cimentadas en la confianza, en el sentido de pertenencia, en la protección que pueden darles jóvenes de mayor edad al saber que todos se encuentran viviendo la misma situación y que al menos en esa esquina son importantes para sus compañeros. Ellos ahora forman parte de una familia alternativa con quienes en ocasiones pueden compartir sus ganancias.  

Los más pequeños, con 300 ó 400 pesos en la bolsa se sienten conformes al gastar algunas monedas en la renta de videojuegos, comprar golosinas o un juguete en las tienditas porque tienen mucho más de lo que necesitan, y saben que al llegar a casa los despojarán  de lo que ganaron con su trabajo en las calles. Saben que detrás de esa puerta los esperan golpes, amenazas y tal vez ni siquiera alcancen a probar un plato de comida caliente.

Tal vez esa noche no podrán descansar en una cama y lo que conocían como su hogar dejó de serlo. Aquéllo que conocían como su familia ya no se encuentra detrás de esas paredes, sino en la esquina donde diariamente les dan esas monedas. Es la familia alternativa.

Con la aceptación de una familia alternativa, donde regularmente los jóvenes de mayor edad son los modelos a seguir, sólo es cuestión de tiempo para que lleguen las drogas, el alcohol, los abusos y  embarazos no deseados. Todos forman parte de la misma familia, pero el tiempo es inmisericorde y con el paso de los días, aquél rostro que inspiraba ternura en un crucero dejó de surtir el mismo efecto para recibir monedas y ahora sin un oficio, pero con la necesidad de comer o drogarse, aquél niño tiene que ocupar un nuevo puesto dentro de su familia alternativa.

Ahora sólo hay dos opciones: sentar las bases en alguna esquina para poder conformar una nueva familia de menores en situación de calle para guiarlos y obtener un beneficio económico, o bien, despojar de sus pertenencias a aquéllas personas que en algún momento le tendieron la mano dándole una moneda. Luego de consumar el primer robo, los siguientes continuarán sin darse cuenta, su adicción es grande y con cada robo se sentirá más poderoso.

Es el comienzo de una carrera criminal.

Los riesgos que a diario enfrentan los menores de edad son los mismos a los que se expone el personal de la Coordinación de Acciones a Favor de la Infancia. Amenazas, agresiones y rechazo forman su día a día, pero el personal del DIF Celaya cuenta con una inquebrantable convicción de ayudar a quienes más lo necesitan.

Cuando un menor de edad recibe un beneficio económico, uno de los  obstáculos a los que se enfrenta el personal de CAFI es la decersión escolar y al hecho de que en el 90 por ciento de los casos la familia del menor se resiste o se niega a recibir apoyo.

De cada 50 casos que llegan a ser detectados, sólo 20 de las niñas, niños y adolescentes a los que se les ofrece ayuda logran estabilizarse, regresar a cursar estudios de manera formal, o en su defecto a tener una vida estable en familia.

Son días, semanas e incluso meses en los que el personal de CAFI regresan una y otra vez a algún crucero para tratar de ayudar a una niña, niño o adolescente. Es una labor de convencimiento, de ganar la confianza de aquéllos que no creen en nadie que no sea su compañero de trabajo, de mostrarles que pueden tener un futuro y que también pueden ser protegidos y queridos de una manera desinteresada.

Luego de vencer el primer obstáculo al tener la confianza del menor, el siguiente problema radica en la agresividad, negativas y amenazas que pueden mostrar familiares del pequeño al momento en que las trabajadoras sociales y psicólogas se presentan en domicilios para tratar de invitarlos a integrarse a un programa de ayuda.

Las amenazas no son sólo para el personal de CAFI. Por lo general quienes se niegan a recibir el apoyo saben que en caso de ceder podrían perder el ingreso económico que generan los niños, además de hacerse acreedores a sanciones legales. Ahí llega el temor psicológico bajo la amenaza de abusar de los pequeños o agredirlos por haber aceptado recibir ayuda y mostrar el lugar donde vivían y culpan a las trabajadoras sociales o psicólogas de lo que ocurra, todo por querer ayudar.

Para los menores que se logran rescatar se encuentra Casa de Día, ubicado en las instalaciones de la Coordinación de Acciones a Favor de la Infancia donde las niñas, niños y adolescentes reciben alimentación especializada, atención psicológica y académica, asistencia para culminar estudios a través de INAEBA y talleres para aprender un oficio en la vida como carpintería o panadería. Pero sobretodo, los menores de edad que acuden a CAFI encuentran respeto, apoyo, trato digno, pero sobretodo una verdera reintegración a la sociedad.

El ayudar a niños en situación de calle es una tarea diaria y de tiempo completo. Es una manifestación de amor por el trabajo que se realiza,  pero sobre todo, la búsqueda incesante de un mejor futuro para la niñez.

Para el personal de CAFI, uno de sus mayores temores radica en saber que en diversos lugares del municipio existen niñas, niños y adolescentes que minuto a minuto se exponen a tener algún accidente al caminar entre vehículos; que existen menores de edad expuestos a una desaparición al no encontrarse bajo el cuidado de un adulto; que existen pequeños expuestos a adicciones y abusos, niños que tendrían que estar en su casa o una escuela y no en las calles.

La gente, sobre todo automovilistas tienen un papel fundamental para combatir este problema y la solución está en sus manos: una simple moneda que al no ser entregada puede sentar las bases para acabar con un fructífero negocio en el que se explota la inocencia  de un niño y se vulneran sus derechos. Una moneda que de no ser entregada, puede ofrecer un mejor futuro a las niñas, niños y adolescentes.

Esto pasa en Celaya, a la vista de todos, es una historia DIFerente.