Celaya, Guanajuato, a 8 de junio de 2020.- Apenas tiene 10 años de edad y Erik ya ha perdido la inocencia. La sonrisa que debería caracterizar a un niño de su edad se perdió hace tiempo debido a los constantes abusos y agresiones de las que fue objeto por parte de quienes deberían ser sus protectores: su hermano mayor y uno de sus primos, debido a que sólo tienen a su mamá quien trabaja todo el día para mantener el hogar.
En la actualidad Erik ya recibe ayuda y poco a poco recobra la sonrisa. Aún es un niño pero ya tiene claro lo que quiere: estudiar, ser futbolista, comprarle una casa a su mamá y fundar o construir una escuela que ayude a otros niños maltratados y con abusos como ocurrió con él.
Su historia es contundente y similar a la de miles de niñas y niños en México donde las agresiones y abusos suelen llegar de quienes menos se esperaría al ser familiares directos.
Cuando él era aún muy pequeño su padre los abandonó, por lo que su madre se vió obligada a salir a buscar el sustento. Algunos familiares apoyaron, pero la mayor parte del tiempo se encontraba bajo el cuidado de sus dos hermanos mayores y una hermana con problemas de salud.
Así fue un tiempo, en un principio recibió un poco de cuidado por aquéllos a quienes veía a diario desde que nació, en quienes confiaba. Se sintió arropado y protegido por su familia, pero posteriormente todo cambió.
La casa familiar que para un niño debío ser el lugar más seguro en el mundo, y esas personas en quienes confiaba, a quienes admiraba, y quienes se suponía deberían de cuidarlo ante cualquier peligro, representaron un auténtica pesadilla por tres largos años, tres años donde Erick perdió su infancia, recibió humillaciones y abusos que poco a poco apagaron su sonrisa y el brillo en sus ojos.
Con sólo cinco años cumplidos, Erick comenzó a ser objeto de abusos por sus familiares. Además de los ataques se sumaron también las amenazas de hacerle daño a su madre o hermana en caso de que intentara denunciarlos. Hubo burlas y vejaciones, ya que los agresores, sus propios familiares, en reiteradas ocasiones le comentaron que nadie creería su historia.
Hubo días de pesadillas con los castigos, auténticos actos de tortura para doblegar la voluntad de la víctima. Algunas veces lo obligaron a subir a un bote de pintura cuando el sol estaba abrasador en plenitud y ahí tenía que extender los brazos. En cada mano le ponían un tabique y tenía que sostenerlos todo el tiempo con las extremidades extendidas, o en caso contrario llegaban los golpes y abusos en contra de su persona.
Fueron tres largos años de silencio, de miedo, de incertidumbre, de dolor. Esos años se llevaron la sonrisa, alegría e ilusión de Erick. Sus ojos perdieron ese brillo de inocencia y ternura. Aquél niño alegre poco a poco se convirtió en una persona retraída, intolerante y agresiva.
Los cambios no pasaron inadvertidos para su mamá, sin embargo, al preguntar e investigar no encontraba mayores respuestas. Fue un trabajo de tiempo, de recobrar la confianza de su hijo, y finalmente un día Erick le confesó que era objeto de abusos por sus mismos familiares.
Los responsables fueron denunciados ante la autoridad, pero el verdadero trabajo para recobrar a Erick recién comenzaba.
Esta labor tuvo un punto medular en las instalaciones de la Coordinación de Acciones a Favor de la Infancia (CAFI), perteneciente al Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en Celaya, donde desde hace dos años Erick acude diariamente para complementar sus estudios de primaria, así como para aprender un oficio y convivir con niñas, niños y adolescentes en situación de calle, o que han vivido alguna situación similar a la suya.
Además de acudir a CAFI, donde también se encuentra integrado al programa de desayunos escolares, Erick cursa el cuarto año de primaria formalmente, y poco ha poco ha recobrado la confianza en las personas, gracias a los valores fundamentales de respeto, igualdad y amor que le han inculcado en el DIF.
Erick sueña con culminar sus estudios y convertirse en un futbolista profesional, poder comprarle una casa a su mamá y construir una escuela como CAFI, donde todos los niños tengan la oportunidad de ser felices y donde puedan superarse día a día.
A pesar de su corta edad, Erick parece tener la madurez de un adulto y la madera para ser un líder en toda actividad o meta que se proponga. A todos las niñas, niños y adolescentes les recuerda que no están solos y los invita a que pongan todo su empeño para salir adelante en la vida.
Pero no nada más aconseja a los niños, a los adultos les recuerda que sólo se necesita una oportunidad para salir adelante, ya que la vida es muy bella como para quedarse sentado pensando en lo que ya pasó. Para Erick, todos deben de disfrutar de esta vida momento a momento, ser muy felices y tratar de hacer felices a los demás.
Esto pasa en Celaya, a la vista de todos. Es una historia DIFerente.
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